miércoles, 13 de marzo de 2013

"IN MNEMORIAM", QUERIDO JULIÁN



JULIÁN URTIAGA, 75 AÑOS CON EL VIOLÍN EN LAS MANOS

No dejó más un año por San Fermín por causa mayor...

Cada día es un día especial. Julián se levantó el pasado martes día 14 como siempre, pensando en la música, en que el sábado tenía concierto en Berrioplano con la Rondalla Armonía y quería estar guapo. Fue a su peluquero de la Chantrea y allí le sorprendió la muerte como consecuencia de un infarto. A Marina, su esposa,  le visitó en su domicilio de la calle Huarte-Araquil 13 un vecino para decirle: “acompáñeme, a Julián le ha dado una “cosica”, pero está muy bien atendido, hay tres ambulancias”...Marina se temió enseguida lo peor. Por oro lado la policía localizó a su hija Cristina en la tienda que regenta  y le dio la noticia.
El 7 de diciembre tenía cita para ser intervenido del corazón pero hubo aplazamiento por la aparición de un inoportuno herpes. Fueron dos meses de larga espera por cuanto que tampoco podía tocar el violín que era su vida. Luego, ya recuperado, esperaba con ilusión la llamada al quirófano y hasta había recobrado como nunca la movilidad de sus dedos y había vuelto a El Vergel con las neuronas rejuvenecidas por la ilusión.
Nos llamó su hija Cristina para hacernos partícipes de su dolor. Se nos había marchado sin despedir el hermano mayor. Porque Julián tenía algo que le hacía distinto.
Julián Urtiaga Ochotorena había nacido en la Calle Descalzos nº 16 y  fue bautizado en la parroquia San Lorenzo donde se celebró la misa funeral. El 26 de este mes habría cumplido 80 años y a la vuelta del verano habría festejado las Bodas de Oro Matrimoniales, pues se casó el 6 de septiembre de 1963. Su única hija, Cristina, nació seis años después y dice Marina “que le adoraba”.
A Julián le marcó de chaval el conocer a Bello Portu que vivía en frente de la casa de sus abuelos. Julián nació con el violín en la mano,  pues a los cinco años ya empezó a recibir lecciones de violín de la familia Lumbreras y más tarde de saxofón. Tuvo una lechería-carbonería hasta su jubilación a los 59 años. Desde entonces disfrutó de Los Amigos del Arte junto con El Guti, Oliva, El Zapa, Carricas, Larrumbe, Larrasoaña...y de los Auroros junto a Parado, Torréns, Alonso, Garayoa...y de la Rondalla Armonía con Blanco, Berruezo,  Zabalza, Roque, Félix, Ganuza...de forma total y apasionada..
Hasta que se profesionalizó la Orquesta Santa Cecilia fue un fijo con el violín en el foso del teatro Gayarre en infinidad de Zarzuelas y Revistas. Tenía a gala haber acompañado a Celia Gámez.
Casi al alimón cuentan Marina y Cristina que la música era para Julián el 90 por 100 de su vida o más...Que era muy pamplonés y que sólo una vez consiguió Marina llevarlo en julio de vacaciones fuera de Pamplona porque había sufrido una operación. Julián era amante de las tradiciones: las ronda joteras, la Sampedrada, las Auroros, la rondalla de El Vergel, los boleros del grupo “Carabela” de “Basiano”...Su testamento vital no puede ser más elocuente: “A mí que me incineren y el funeral en San Lorenzo”. Como ha sido.


Julián en pimer término con el mejor estilo de gran músico


Quién nos iba a decir que Julián ya no volverá a exigirnos machaconamente que la música es también silencios como el que le va a acompañar en adelante. Porque la grandeza de Julián no se mide por el espacio que ocupaba sino por el hueco que deja.
Su entorno familiar nos confirma lo que ya sabíamos: “que Julián era una persona muy singular, que le gustaba vivir  su aire, que para él un día sin música era un día perdido”. Para él el silencio era el ruido más fuerte, pues no perdonaba uno en los ensayos.
Yo he visto derramar alguna lágrima a mis compañeros . Una lágrima dice más que cualquier palabra. La lágrima es un gran valor cuando la derrama una persona que te quiere: es la hermana de la sonrisa.
Porque Julián era nuestro cabeza de cartel. Cuando Cristina me comunicó la triste noticia al primero en llamar fue a Javier Carricas su director y amigo del alma. Ya sé lo que habrá pensado aunque no me lo ha dicho: “se nos ha ido media rondalla”. Porque para Carricas  como para  Zabalza, la amistad es el puerto de la vida. Pero permitidme  la frase de Juan Ramón Jiménez a modo de consuelo: “Yo me iré y se quedarán los pájaros cantando”. Y ahí tienes, Julián, a tu amigo Roque, que ya ha asumido tu marcha y va a desenfundar el violín para que tu memoria perdure.
Y a Marina, esa heroína de la Chantrea que ha convivido más de cincuenta años con Julián le quiero dedicar la frase de Bernabé Tierno: “Casarse es algo relativamente fácil. Permanecer casado es más difícil y conservar un matrimonio feliz durante toda la vida debería contarse entre las obrar de arte”. Querida Marina: ¿a que no le falta razón al filósofo?
Julián como violinista de alto nivel hizo buena aquella máxima de que “el mejor músico no es el más sabe sino el que menos se equivoca”. De ahí que fuera la estampa viva del   Divino Impaciente de la obra de José Mª Pemán porque era el que menos errores cometía por lo que era frecuente verle protestando a lo que ya estábamos más que acostumbrados porque el arco de su violín cuando él se lo proponía ponía la carne de gallina a mucha gente como cuando ayer conocimos la noticia de su fallecimiento.
A la vista e este final feliz sin ruido, en silencio, sin sufrimiento me vienen a la mente las palabras de Antonio Machado: “La muerte es algo que no debemos temer porque mientras somos la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”.


Julián con su esposa Marina y su hija Cristina en El Vergel


Un buen proyecto como el de la Rondalla Armonia es algo que hacemos en común, entre todos.. Hoy se nos ha roto una parte importante  de este proyecto porque contábamos con Julián como  pilar básico.
Por eso , junto a las flores  le dimos el adiós más sentido en forma de jota, como muestra de nuestro agradecimiento  por lo mucho que nos dio en las voces de Laly Jausoro y Rafael González.
¡Un fuerte abrazo, Julián, y  hasta siempre!


Con los auroros Del Cerro, Ecay y Merino



ELENA LEACHE EN MEMORIA DE JULIÁN URTIAGA

Esta mañana observando la esquela del gran maestro del violín, he recordado aquella jota navarra que, en su día, le dedicaron a Pablo Sarasate, con motivo de su fallecimiento:
 
Dicen que todos los años,
dicen que llora un violín,
porque no va con su dueño
a la fiesta a San Fermín.
 
Urtiaga, era el violinista acompañante de la Rondalla Armonía y los Auroros de Pamplona.
A su vez, acompañó a los joteros y joteras de ronda sanferminera con sus jotas navarras y canciones por fiestas de San Fermín.
Era junto a Joaquín Rodriguez de los pocos violinistas de ambiente popular que disfrutaba de estas ocasiones sociales y festivas.
Este año, delicado de salud, en sanfermines me cedió unos momentos en violín...y al tocarlo, al frotar el arco entre sus cuerdas , sentí que era un violin antiguo, pero con muy buena sonoridad y bien cuidado.
Su esposa e hijos  han perdido un hombre bueno.
La nieve cueresmal, abrirá el paso a la primavera y a Julián Urtiaga los ángeles en el cielo le cantarán la Aurora de la Resurrección.
Gracias Julián. La pascua florida se abre para tí.
Tu violín sonará para siempre en el cielo.
Un abrazo. Elena Leache Echalecu.

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