lunes, 3 de octubre de 2011

BIOGRAFÍA DE LA SOPRANO SANDRA DOMÍNGUEZ: La opinión del tenor Íñigo Irigoyen, su pareja artìstica (Capítulo 3º)

Gran triunfo en Irurzun el día 1
Íñigo Irigoyen comparte papel escénico junto a Sandra Domínguez. Es evidente que la opinión del tenor navarro sobre la soprano madrileña es autorizada pues conoce como nadie a la cantante por haber actuado juntos durante muchos años y en los más variados estilos.

-¿Cuándo conociste a Sandra?
-Hace casi 10 años. Había sido invitado como refuerzo a cantar con el Orfeón Pamplonés la Ópera “Marina” en Festival de Perelada. Y en el primer ensayo de escena, en el colegio de jesuitas, nada más entrar, me dijeron. ”Tu con Sandra”. Miré alrededor y, de entre todas las chicas, había una que destacaba sobre las demás. Era una chica rubia, muy mona, con cara de niña y unos enormes ojos oscuros. ¿”Es esa?”, pregunte. ”Si”, me contestaron. Lo sabia.

-¿Qué fue lo primeros que viste en ella?
- Sandra tiene una mirada de estrella de cine. De las que se cotizan. Sus ojos son brillantes y expresa con ellos las pasiones con una nitidez y una gracia innata aplastante. Porque su mirada es transparente. Como es ella.

-¿Crees que es ése su punto fuerte?
-Sin duda. De entre todas las sopranos que he conocido ninguna tiene el don de la escena, las condiciones para captar la atención y atraer la mirada del público, especialmente del masculino, pues Sandra posee, obvia decirlo, una vistosidad y belleza resplandecientes.



Les acompaña el éxito donde van: una pareja que funciona



-A esa cita primera de Olite siguieron unas cuantas más.
-Esa niña que conocí es la que me acompañó en esa producción como pareja, en nuestro primer concierto juntos en Olite, en el Conservatorio como compañera, en varias óperas como acompañante, y en nuestro primer proyecto musical propio, “Un paseo por la zarzuela”, al que ha seguido “Un paseo por el Musical”, y los que vendrán, pues proyectos no faltan. 


Iñigo Irigoyen es un tenor en alza que aùn no ha dicho su última palabra

 
-A lo largo de estos años, ¿ha crecido también como artista?
-Aquella niña que conocí ha crecido como artista,  ha complementado esas dotes innatas de la escena con una mejora vocal considerable, a mi juicio espectacular, fruto de un trabajo constante.

-¿Qué destacarías de su voz?
-Por encima de todo su agudo. Es muy seguro y de primera categoría, para mí, el mejor de cuantas he conocido cantando cm ellas.

- Eso se cotiza muchísimo. ¿Está valorado suficientemente?
 -A mí me da mucha tranquilidad en los dúos y en el resultado final del espectáculo. Bien sabemos todos de la dramática fragilidad que tenemos los tenores para abordar las notas mas altas del pentagrama, y tener una compañera que te resuelva con tal contundencia, es una garantía, un seguro de vida. 



La bella Sandra con el Presidente de su "Club de fans"...

 

-En el trabajo, ¿cómo es Sandra?
-Es exigente y si se me permite, terca como una mula, con un carácter arrollador, y quiere a su lado gente comprometida. Nada le resulta indiferente, y no le vale cualquier cosa. Quien la conoce sabe bien de lo que hablo. Ésa es la fórmula del éxito.

-¿No conoce el desánimo?
-No, porque otra cualidad que brilla con luz propia en Sandra es la constancias. Porque una cosa que sorprenderá saber y que siempre me ha gustado de ella es que es muy metódica en el trabajo de escena. Es consciente de su gracia natural, pero trabaja cada movimiento, cada mirada, y no suele ceder nada a la improvisación

Pamplona quiere verlos juntos este sábado en Salesianos



-El ser tan diferentes, ¿os ayuda o perjudica en el terrible cotidiano?
-Yo soy más intuitivo y tranquilo, razón por la que nos peleamos día si y día también, al estilo de los protagonistas de Luz de Luna. Quizá esa tensión que mantenemos, ese tira y afloja constante, sea la razón por la que existe tanta química entre los dos, lo que redunda en beneficio para el resultado final.

-Has quedado prendado de su mirada, ¿a quién te recuerda del firmamento musical?
-En Sandra veo siempre a una niña con mirada de cine, que se transforma en una estrella en escena. Cuando la veo en escena me suelo acordar de actrices famosas del cine clásico, como Audrey Hepburn, o Julie Andrews, y pienso que ellas también serian niñas en la realidad, y que aquellos ojos grandes que nos conquistaron y que traspasaban el escenario y las pantallas, son los mismos que tengo en la estrellita que canta a mi lado.



                                                                                                          (CONTINUARÁ)

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