JULIÁN URTIAGA, 75 AÑOS CON EL VIOLÍN EN LAS MANOS
No dejó más un año por San Fermín por causa mayor... |
Cada día es un día especial. Julián se levantó el pasado
martes día 14 como siempre, pensando en la música, en que el sábado tenía
concierto en Berrioplano con la Rondalla Armonía y quería estar guapo. Fue a su
peluquero de la Chantrea y allí le sorprendió la muerte como consecuencia de un
infarto. A Marina, su esposa, le visitó
en su domicilio de la calle Huarte-Araquil 13 un vecino para decirle: “acompáñeme,
a Julián le ha dado una “cosica”, pero está muy bien atendido, hay tres
ambulancias”...Marina se temió enseguida lo peor. Por oro lado la policía
localizó a su hija Cristina en la tienda que regenta y le dio la noticia.
El 7 de diciembre tenía cita para ser intervenido del
corazón pero hubo aplazamiento por la aparición de un inoportuno herpes. Fueron
dos meses de larga espera por cuanto que tampoco podía tocar el violín que era
su vida. Luego, ya recuperado, esperaba con ilusión la llamada al quirófano y
hasta había recobrado como nunca la movilidad de sus dedos y había vuelto a El
Vergel con las neuronas rejuvenecidas por la ilusión.
Nos llamó su hija Cristina para hacernos partícipes de su
dolor. Se nos había marchado sin despedir el hermano mayor. Porque Julián tenía
algo que le hacía distinto.
Julián Urtiaga Ochotorena había nacido en la Calle Descalzos
nº 16 y fue bautizado en la parroquia
San Lorenzo donde se celebró la misa funeral. El 26 de este mes habría cumplido
80 años y a la vuelta del verano habría festejado las Bodas de Oro Matrimoniales,
pues se casó el 6 de septiembre de 1963. Su única hija, Cristina, nació seis
años después y dice Marina “que le adoraba”.
A Julián le marcó de chaval el conocer a Bello Portu que
vivía en frente de la casa de sus abuelos. Julián nació con el violín en la
mano, pues a los cinco años ya empezó a
recibir lecciones de violín de la familia Lumbreras y más tarde de saxofón.
Tuvo una lechería-carbonería hasta su jubilación a los 59 años. Desde entonces
disfrutó de Los Amigos del Arte junto con El Guti, Oliva, El Zapa, Carricas,
Larrumbe, Larrasoaña...y de los Auroros junto a Parado, Torréns, Alonso,
Garayoa...y de la Rondalla Armonía con Blanco, Berruezo, Zabalza, Roque, Félix, Ganuza...de forma
total y apasionada..
Hasta que se profesionalizó la Orquesta Santa Cecilia fue un
fijo con el violín en el foso del teatro Gayarre en infinidad de Zarzuelas y
Revistas. Tenía a gala haber acompañado a Celia Gámez.
Casi al alimón cuentan Marina y Cristina que la música era
para Julián el 90 por 100 de su vida o más...Que era muy pamplonés y que sólo
una vez consiguió Marina llevarlo en julio de vacaciones fuera de Pamplona
porque había sufrido una operación. Julián era amante de las tradiciones: las
ronda joteras, la Sampedrada, las Auroros, la rondalla de El Vergel, los
boleros del grupo “Carabela” de “Basiano”...Su testamento vital no puede ser
más elocuente: “A mí que me incineren y el funeral en San Lorenzo”. Como ha
sido.
Julián en pimer término con el mejor estilo de gran músico |
Quién nos iba a decir que Julián ya no volverá a exigirnos
machaconamente que la música es también silencios como el que le va a acompañar
en adelante. Porque la grandeza de Julián no se mide por el espacio que ocupaba
sino por el hueco que deja.
Su entorno familiar nos confirma lo que ya sabíamos: “que
Julián era una persona muy singular, que le gustaba vivir su aire, que para él un día sin música era
un día perdido”. Para él el silencio era el ruido más fuerte, pues no perdonaba
uno en los ensayos.
Yo he visto derramar alguna lágrima a mis compañeros . Una
lágrima dice más que cualquier palabra. La lágrima es un gran valor cuando la
derrama una persona que te quiere: es la hermana de la sonrisa.
Porque Julián era nuestro cabeza de cartel. Cuando Cristina
me comunicó la triste noticia al primero en llamar fue a Javier Carricas su
director y amigo del alma. Ya sé lo que habrá pensado aunque no me lo ha dicho:
“se nos ha ido media rondalla”. Porque para Carricas como para Zabalza, la
amistad es el puerto de la vida. Pero permitidme la frase de Juan Ramón Jiménez a modo de consuelo: “Yo me iré y
se quedarán los pájaros cantando”. Y ahí tienes, Julián, a tu amigo Roque, que
ya ha asumido tu marcha y va a desenfundar el violín para que tu memoria
perdure.
Y a Marina, esa heroína de la Chantrea que ha convivido más
de cincuenta años con Julián le quiero dedicar la frase de Bernabé Tierno:
“Casarse es algo relativamente fácil. Permanecer casado es más difícil y
conservar un matrimonio feliz durante toda la vida debería contarse entre las
obrar de arte”. Querida Marina: ¿a que no le falta razón al filósofo?
Julián como violinista de alto nivel hizo buena aquella
máxima de que “el mejor músico no es el más sabe sino el que menos se
equivoca”. De ahí que fuera la estampa viva del Divino Impaciente de la obra de José Mª Pemán porque era el que
menos errores cometía por lo que era frecuente verle protestando a lo que ya
estábamos más que acostumbrados porque el arco de su violín cuando él se lo
proponía ponía la carne de gallina a mucha gente como cuando ayer conocimos la
noticia de su fallecimiento.
A la vista e este final feliz sin ruido, en silencio, sin
sufrimiento me vienen a la mente las palabras de Antonio Machado: “La muerte es
algo que no debemos temer porque mientras somos la muerte no es y cuando la
muerte es, nosotros no somos”.
Julián con su esposa Marina y su hija Cristina en El Vergel |
Un buen proyecto como el de la Rondalla Armonia es algo que
hacemos en común, entre todos.. Hoy se nos ha roto una parte importante de este proyecto porque contábamos con
Julián como pilar básico.
Por eso , junto a las flores le dimos el adiós más sentido en forma de jota, como muestra de
nuestro agradecimiento por lo mucho que
nos dio en las voces de Laly Jausoro y Rafael González.
¡Un fuerte abrazo, Julián, y hasta siempre!
ELENA LEACHE EN MEMORIA DE JULIÁN URTIAGA
Esta mañana observando la esquela del gran maestro del violín, he recordado aquella jota navarra que, en su día, le dedicaron a Pablo Sarasate, con motivo de su fallecimiento:
Dicen que todos los años,
dicen que llora un violín,
porque no va con su dueño
a la fiesta a San Fermín.
Urtiaga, era el violinista acompañante de la Rondalla Armonía y los Auroros de Pamplona.
A su vez, acompañó a los joteros y joteras de ronda sanferminera con sus jotas navarras y canciones por fiestas de San Fermín.
Era junto a Joaquín Rodriguez de los pocos violinistas de ambiente popular que disfrutaba de estas ocasiones sociales y festivas.
Este año, delicado de salud, en sanfermines me cedió unos momentos en violín...y al tocarlo, al frotar el arco entre sus cuerdas , sentí que era un violin antiguo, pero con muy buena sonoridad y bien cuidado.
Su esposa e hijos han perdido un hombre bueno.
La nieve cueresmal, abrirá el paso a la primavera y a Julián Urtiaga los ángeles en el cielo le cantarán la Aurora de la Resurrección.
Gracias Julián. La pascua florida se abre para tí.
Tu violín sonará para siempre en el cielo.
Un abrazo. Elena Leache Echalecu.
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